Haciendonos mayores...

viernes, agosto 24, 2007

Iniesta a la hora de comer

Supongo que la culpa mía. Bueno, la culpa, sin duda, es mía. Ese gusto por lo que detesto. Esa atracción enfermiza por lo que me respulsa. Esa curiosidad irresistible por las cosas que no me interesan. Esa pereza también, que me impide buscar nuevas frecuencias en la radio. Todas esas razones por las que estuve escuchando Radioteletaxi durante semanas. Ese horrible programa con predicción del futuro incluido en el que dos imbéciles no se cortan ni un poco para burlarse descaradamente de sus propios oyentes. Ey, ey, ey, se dicen el uno al otro, no somos como ellos. No. Les decimos sí, sí, claro con esta voz que nos hace tanto reir porque se lo creen todo. Como son ¿eh? qué estúpidos. Se lo creen todo.

También escucho programas deportivos mientras como. Ya debo de saber toda la plantilla del Barça. Y por las noches hay programas variados. En Onda Cero, creo. Programas en los que ir enumerando todos los tópicos conocidos. Programas sobre gente que decide estar sola pero que terminamos con trucos sobre cómo ligar. Porque en el fondo... hay tanta gente buscando, porque en el fondo ...eso es lo que deben hacer. El amor no te va a ir a buscar a tu habitación. Jijiji. Es que hay que salir, claro, hay que salir. ¡Salid más, no os encerréis en casa!. También programas sobre el tratamiento del sexo en los medios de comunicación. Que qué espanto. Que todo está "coitalizado". Que parece que ese es el único fin de nuestras vidas. Que la mujer es mero objeto sexual. Que las películas transmiten erróneos mensajes. Y despues, una sugerente voz de mujer nos habla de famosas escenas tórridas que reproducen justo eso que (creíamos) estaban criticando. Y ya sé que percibir los defectos de algo es mucho más fácil que proponer una alternativa. Sé que vale, estamos ahí dentro, y los programas no se van a complicar la vida por algo que todos aceptamos. Pero que se callen. Que paren de reproducir esos mensajes insultantes por correctos. Que no defiendan un discurso aprendido mientras, subrepticiamente, ponen más ladrillos sobre el modelo que definirían como obsoleto y tradicional.

Y también que dejen de llevarse las manos a la cabeza y de poner el grito en el cielo. Como ese anuncio en El País, a toda página, de Corporación Dermoestética en la página anterior a una noticia sobre el aumento de casos de anorexia. El anuncio que dice que gracias a Corporación Dermoestética ahora puedo ser feliz.

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viernes, agosto 10, 2007

Las 20 fotos que realizamos el día que no debimos olvidar la cámara

1. Foto de la Iglesia de San Mamede, punto inicial. Tera y yo posamos orgullosas de nuestras pintas de excursionistas no intrépidas, de excursionistas ocasionales que van a sufrir, a sudar,a ponerse rojas, a perderse. A sentirse jóvenes pioneras.
2. Foto que registra unas "impresionantes vistas de Baiona y su ensenada".
3. Foto en la que aparezco amenazando con un cuchillo (y sin yo quererlo) a una mujer que vivía en medio del monte en una casa sin puertas, y que disimulando sus nervios, nos dio muy bien la útil información.
3. Foto de Félix, el gato al que no quisimos nombrar en ningún momento para no quererlo ( siguiendo la tónica general de que las cosas que no se dicen no existen). El gato que salió de la nada y nos siguió hasta que lo extenuamos. Un gato aparecido para que primero lo pusiésemos al borde de la muerte, y después lo salvásemos.
4. Foto de la comilona sobre supuestos petroglifos, con Félix a nuestros pies, y a los pies de Félix, tierra, casas, aire y un montón de mar. Somos más que los reyes del mundo.
5. Foto del bello parque forestal que invita al descanso, en el que no pudimos descansar, nerviosas por si Félix se nos moría.
6. Foto de bar, en lo que creemos el fin del camino. Empuñamos nuestras botellas de agua como los actores empuñan los Oscars. Ligera inseguridad ante la evidencia de que a partir de aquí nada de lo que vemos aparezca en el plano.
7. Foto de la señal falsa que nos lleva a internarnos en el monte. El principio del fin. Tal vez porque nos hemos separado del gato.
8. Foto de bellos reflejos del sol en un regatillo. Regatillo que según la lógica que hemos aprendido en las pelis, debería permitirnos llegar a algún sitio.
9. Foto de lo impracticable del terreno, de esos terrenos que son tan impracticables que sin fotos, nadie me creerá capaz de practicarlos.
10. Foto de osamenta (no humana). Nos debatimos entre cabra o perro.
11. Foto de babosa sucia y asquerosa. Alegoría de la desolación tras percibir que el regatillo no lleva a ningún sitio y que estaríamos completamente perdidas si no fuera por la fe en que remontándolo llegaremos al punto de partida.
12. Foto de algo que no se distingue, allá en lo alto, tras hileras e hileras de toxos. Si sonase, se escucharían motores. Es la carretera, a la que necesitamos llegar a toda costa.
13. Foto triunfal. Nos sangran las piernas y los brazos, pero estamos en la carretera.
14. Foto de un señor riéndose. Le hace gracia que preguntemos si Priegue está cerca. "Pero la parada de autobús está a sólo dos km". Constatación de que en algún momento, perdimos el camino.
15. Foto en la tienda. Volvemos a conseguir el Oscar.
16. Foto en el Atsa. Nos acercamos a la meta, ya no importa cómo.
17. Foto de la cuesta que aún hay que subir para llegar al coche.
18. Foto dentro del coche. Satisfacción
19. Foto en el mar. Placer.
20. Foto de la despedida. Alegría incontenible porque sabemos que un día mejor no es posible.

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viernes, agosto 03, 2007

Buscar piso es divertido

La vida se precipita escaleras abajo y yo la persigo con la lengua fuera, siempre temiendo un resbalón o un ataque al corazón.

"Buscar habitación". Toda mi cabecita, antaño llena de bulliciosas ideas, acoge un único pensamiento que va rebotando y creciendo rebotando y creciendo hasta que no cabe ya y el dolor de la cabeza a punto de explotar me hace, otra vez, resbalar.

Alguien dijo que la vida era cuestión de equilibrio.

Los torpes quizá no sirvamos, entonces. Nos sabemos la teoría, sí, los torpes nos esforzamos. Los torpes intentamos buscar con tiempo. Los torpes nos compramos un mapa donde colocamos cada una de nuestras citas. Los torpes nos hacemos un horario. Los torpes leemos una y otra vez con atención los anuncios.

Y sin embargo, perdemos autobuses, llegamos tarde (y sudorosos) a todos los sitios, nos equivocamos de teléfono, perdemos las notas, y a veces, también los papeles, maldecimos, nos convertimos en peores personas, no damos crédito, perdemos la fe.

De vez en cuando, encontramos una habitación en la que creemos que podríamos sentirnos a gusto. Sonreímos aliviados. Recobramos la ilusión. Gritamos a los cuatro vientos: la quiero, oh, cómo la quiero.

Pero entonces no nos quieren a nosotros, por ser demasiado jóvenes o demasiado tímidos o por no ser vegetarianos.

En el fondo, porque los que nos autocompadecemos, no merecemos la suerte.

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