Haciendonos mayores...

martes, diciembre 18, 2007

Costumbres belgas

Quedamos para mañana para hacer un dossier de nosequé y Nathalie me dice que ella por la tarde tiene una entrevista con un repartidor, que mejor quedamos por la noche. “¿A las ocho?” concedo yo. “No mujer, no, a las cinco y media o seis”.

Trato de adaptarme a la vida belga y comer a las doce y cenar a las siete pero no me sale muy bien. También trato de no morirme de frío. El domingo (casi) tuve un golpe de frío. Volvía a casa con la nariz rojo intenso asomándose entre la bufanda y el gorro y cada vez tenía más sueño, más dolor de cabeza, más cansancio, más sueño y entonces reflexionaba sobre esos documentales de la Antártida. El objetivo es seguir despierto, siempre seguir despierto, explica un señor con gorro al que se le congeló en aquella ocasión el dedo gordo del pie. Al parecer uno se muere así de frío, dulcemente, como cuando te cortas las venas en la bañera (acudiendo a todo el imaginario popular). El caso es que me puse muy nerviosa. Abría mucho los ojos como cuando me sacan fotos. Finalmente llegué a casa. Prueba superada, pensé.

Pero aún quedan muchas más. Los belgas a pesar de ser el pueblo más amable del mundo, son malos. En las bibliotecas hay que pagar. Internet es un mundo terriblemente complejo donde si te descargas cosas Telefónica (que no se llama así) te cobra más. Y las pistas de patinajes sirven para el intercambio de identidades. Bueno, sí, eso suena apasionante. Pero estamos tan bien enseñados que cuando pasa la posibilidad de aventura a nuestro lado, nos sonrojamos y decimos: “no, no, España, mi carnet es ese de ahí”, mientras nos mordemos las uñas de insatisfacción.

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jueves, diciembre 06, 2007

Translación

El lunes a las diez comencé a hacer la maleta. A las dos acabé, después de haberla deshecho doce veces. Cada vez quitaba más cosas. Me quedé solo con 22 kg y ocho bolsas llenas de cosas fuera. Pensé en dejar de moverme sólo para no tener que volver a pasar por esto (lo pensé de verdad, así soy). Pensé también en dejar de acumular. Sólo son estrictamente necesarios dos pantalones, dos jerseys y los mil libros sí, porque quiero aprobarlas todas. Pero no sirvo para la aventura. Aunque cada vez noto más como experimento conmigo misma, en un intento un poco estúpido de demostrarme que hay mildoscientas formas diferentes de ser feliz.

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