Raquel me dijo un dia que siempre que subia a una zona alta, con vistas, inconscientemente buscaba el mar.
Y en el autobus de Budapest a Viena, de noche, yo sabía que no era agua lo que se intuía. Seria nieve o tierra. Y sin embargo, hubiera puesto la mano en el fuego por que lo que veían mis ojos era el mar.
Y fue entrañable saber que esté donde esté siempre busco mi casa.
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