Haciendonos mayores...

sábado, agosto 30, 2008

Pedro y el lobo

Truena y relampaguea. Si fuéramos jóvenes, jóvenes de verdad, nos apresuraríamos a subir las persianas, correr las cortinas, abrir la boca como ante los fuegos artificiales de las fiestas de Bouzas. Dividíamos a la gente (¿o sólo lo hacía yo?) en aquellos a quienes les gusta la tormenta y aquellos que le tienen miedo, colocándonos orgullosos en el primer grupo (proclamando que los que no sacan ningún placer de lo sublime desmerecen nuestra consideración –¡pero son tan necesarios para establecer la comparación!-).

Llueve, truena y relampaguea y no le hago ni caso. Mi terror se ha desplazado sigilosamente hacia otro lugar y ya no puede depararme ninguna satisfacción. Hace un par de semanas que en el corcho de mi portal pende el aviso (un par de semanas en las que duermo mal): Sed sigilosos. Han robado a cuatro vecinos. Ante cualquier ruido extraño, llamad a la policía (nacional, autonómica, o local).

Como de la precaución a la paranoia solo media un paso, zozobro en la frontera. Mi teléfono suena y en cuanto cojo, cuelgan. En la casa de abajo se oyen martillos, golpes secos y hasta algún (no puede ser, no) disparo. La luz va y viene intermitentemente. No puedo llamar a la policía ante cualquier ruido. No me dejan llamar al médico ante cualquier síntoma. Tienen que ser reales. Así que vivo atemorizada ante mi irremediable inacción. Cuando lleguen los ladrones, los dejaré actuar tranquilos. Al día siguiente pesará sobre mí la conciencia como una losa. ¡Y quiera dios que no haya heridos!

No llamaré, no llamaré, no llamaré nunca. Siempre apriorísticamente avergonzada ante la posibilidad de que al llegar, me expliquen que los ruidos sospechosos eran del viento cuando sopla con fuerza en las ventanas.

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4 Comments:

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Anonymous Anónimo said...

Milky, soy Tera en modo anónimo.

Ahora que ya sabes que la policía ni siquiera acude cuando la llamas, puedes estar tranquila.

No necesitamos policías, lo que necesitamos es otra cosa. Algo así:


"Esta mañana hay nieve por todos lados. Reparamos en ello.
Me dices que no has dormido bien. Te digo
que yo tampoco. Pasaste una noche horrible. "También yo".
Somos extremadamente cuidadosos y tiernos,
como si percibiéramos el desarreglo mental del otro.
Como si supiéramos lo que está sintiendo el otro. No lo sabemos,
claro. Nunca lo sabemos. No importa.
Es esta ternura lo que me importa. Es el regalo
que me sostiene y me hace avanzar.
El mismo de cada mañana".


de "El regalo", Raymond Carver.



PD. Adoro las tormentas.

2:26 p. m.

 
Blogger Mrs Jones said...

Yo también necesito lo que propone Tera...

Y soy del grupo que ama las tormentas.

9:43 p. m.

 
Blogger Cubilete said...

como te entiendo cris!!!!!! sabes que yo tb estaría muriéndome como tú de aprensión y miedo!
ánimo! yo en esos casos me repito cual mantra... a mí no me va a pasar por estar obsesionada con que pasará

4:11 p. m.

 
Blogger Ainara said...

Jajajajja

Me ha encantado tu post.
De verdad, no te puedes hacer idea de cuanto.

3:47 p. m.

 

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