Haciendonos mayores...

jueves, agosto 13, 2009

Llegada a Venecia

Sé que estáis esperando como agua de mayo el relato de mis largas, maravillosas (e inmerecidas) vacaciones. Pero vosotros también sabéis que yo cuando pasan más de un par de semanas (sin escribir en el blog), me pongo nerviosa, me despierto repentinamente en medio de la noche y en mi cabeza sólo aparece una pregunta: ¿Qué elegir?

Así que me veo obligada a ir por orden, a desgranar (mediremos aquí mi constancia) cada uno de nuestros destinos, a re-memorar cada hora, cada minuto, cada segundo, por miedo a que si no lo hago, caigan en el olvido, y mi cerebro mezcle despreocupadamente la catedral de Zagreb con la de Sarajevo.

Día 1.
Tras madrugar valerosamente, Tera y yo nos encontramos en el aeropuerto. Allí, firmemente decidida a convencerme de que viajar con ella será maravilloso, comienza por contarme algún que otro secreto (nota -por si alguien no lo sabe-: no hay nada que me guste más que escuchar secretos). La alegría se desborda por nuestros rostros, porque es el día en el que comienza (oh sí) nuestro ansiado viaje. En el avión, Tera (firmemente decidida a etc etc) accede a jugar a hundir la flota, en lo que será una prefiguración de una actividad recurrente (la de los juegos en los medios de transportes). A punto de aterrizar, vemos Venecia desde el aire, como una islita repleta de agua que se acerca más y más, y más y más, y se pierde cuando ya sólo vemos el aeropuerto (desproporcionadamente pequeño para su nivel de turismo). Cogemos un autobús, y corremos al albergue, donde nos está esperando Raquel ansiosa, porque no la hemos avisado de que el avión salió con retraso. Hablamos con la dueña -hiperamable-, vemos nuestra habitación, que nos parece de lujo (efectivamente, será la mejor que tengamos), y decidimos arreglarnos un poco para ir a conocer la gran ciudad. Cojo la llave para abrir mi maleta pero el candado está roto. Trato de forzarlo con una horquilla y la cruda realidad muestra mis incapacidades. Yo ya me imagino durante 10 días cargando con una maleta que no puedo abrir, durante 10 días sin cambiarme de bragas y saliendo en todas las fotos con la misma ropa, cuando ellas me explican pacientemente que podemos buscar un cerrajero. Llegamos al cerrajero, que me riñe severamente por comprar candados chinos, y me explica que a partir de ahora sólo candados italianos. Me rompe mi candado, yo puedo abrir mi maleta, y siento que sólo con eso mi felicidad ya es completa.

Por supuesto, el sol brilla en lo alto, y la gente sonríe por la calle. Todo es fantástico. Cogemos un vaporetto que nos lleva por el Gran Canal, donde quedamos extasiadas ante tanta belleza. No hay un sólo edificio que no merezca la pena mirar, aunque el síndrome de Vigo pronto le aparece a Tera, que dice que se siente intimidada ante tanta perfección. Mientras pasamos ante montones de palacetes renacentistas yo reflexiono sobre el hecho de que Venecia era el destino que menos ilusión me hacía. Mucha gente me había dicho que decepcionaba y yo me lo había creído. Pues bien, debo decir que no es cierto. La belleza acecha por las esquinas, y puede que consideréis que la belleza está reñida con la vida, con lo real, pero ese es un pensamiento de infelices.

El vaporetto nos conduce a la Plaza de San Marcos, que admiramos siguiendo la guía top 10. Después callejeamos, y Raquel (que en dos días ha aprendido mucho) nos conduce a una plaza donde el día anterior había visto una fiesta. Llegamos a la plaza y la fiesta continúa. Aquí debéis prestar atención, votamos por unanimidad éste como uno de los tres momentos estelares del viaje. La plaza está llena de mesas de madera y sillas, las sillas están llenas de personas que comen y beben en alegre algarabía, los italianos se mezclan naturalmente con los extranjeros más exóticos y en uno de los chiringuitos conseguimos unas costilletas churruscadas, patatas fritas y una pasta blanca muy extraña, típica, que tratan de hacernos creer que es como de arroz pero que no lo es en absoluto. Tras mancharnos las manos (y el vestido) hasta límites insospechables (y no sólo insospechados), nos dirigimos a la parte de atrás de la plaza, donde está... ¡la verbena!. La verbena está animada por una orquesta que nada tiene que envidiar a la París de Noia y que resulta mucho más entrañable por estar protagonizada por unos cantantes ya entrados en años. En el centro de la pista de baile, un grupo de setentañeros baila complicadas coreografías al son de los exitazos musicales italianos que los de atrás (aunque parados) corean. Algunas parejas mayores también bailan (con pasos dignos de Mira quien baila), cuando decidimos mimetizarnos. Poco a poco vemos que ya no somos los únicos jóvenes, y el eclecticismo de los presentes refuerza el encanto de las verbenas populares. Llegado un momento, y ante el evidente asombro que sus trabajados pasos producían en nosotras, una viejecilla toma de las manos a Raquel y trata de enseñarle cómo se baila una canción. El aprendizaje se institucionaliza, y el cantante talludito nos anima a ponernos en filas tras los señores mayores tratando de seguir sus pasos. Dicho y hecho. Los de las filas de atrás nos chocamos unos con otros mientras ellos continuan, ajenos a nuestra inoperancia.

Cuando nuestras piernas no soportan más emociones, decidimos coger el autobús y volver a casa.

Etiquetas:

6 Comments:

{color:#aa0033;}
Blogger Mrs Jones said...

Bah, la gente que dice que Venecia decepciona lo hace solo para hacerse el interesante.

A mí con Venecia me pasa algo muy curioso, y es que no recuerdo turistas. Y no es cierto, claro, no puede ser cierto, fui en agosto y seguro que estaba repleto, pero mi memoria los ha borrado y veo la plaza de San Marcos vacía, con solo un grupo de jazz en una cafetería tocando para nosotros.

10:36 a. m.

 
Blogger Cubilete said...

y el desayuno de Villa Ricordi??? aquellos croasancillos que la mujer horneó para nosotras? Ya había olvidado el incidente de la maleta... c'est pas posible...

6:29 p. m.

 
Blogger Cubilete said...

espero ansiosa las siguientes ediciones!!!!!!!!

5:19 p. m.

 
Blogger Lala Digital said...

Prefiero escucharte a ti hablar de tus viajes...

3:35 p. m.

 
Anonymous Verde Manzana said...

Jeje lo del candado...si no fuera por esas historias angustiosas con final feliz que solo te pueden pasar a ti :)

Me alegro de que os lo pasarais tan bien...seguiremos de cerca las proximas entregas

10:19 p. m.

 
Blogger Cubilete said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

10:11 p. m.

 

Publicar un comentario

<< Home