Haciendonos mayores...

domingo, abril 24, 2011

¿Por qué lees?

"Creo que el yo, en esta búsqueda de la libertad y la soledad, lee en el fondo con un único objetivo: enfrentarse a la grandeza. Esa confrontación apenas enmascara el deseo de formar parte de la grandeza, que es la base de la experiencia estética que antaño se llamó lo Sublime: la pretensión de trascender los límites".

Harold Bloom en El canon occidental

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9 Comments:

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Anonymous ra said...

La verdad es que no sé porqué leo. Me hace feliz, pero oye tampoco sé que es lo trascendente que me lleva a leer (los libros pasatiempo los leo porque son divertidos! ;)

12:15 a. m.

 
Blogger Stalker said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

1:40 p. m.

 
Blogger Stalker said...

La grandeza, la grandeza...

imagino cómo sería un canon que apostara no por la grandeza, sino por la pequeñez: un canon de autores pequeños, de autores-termita que atentaran contra las grandes verdades heredadas, las catedrales metafísicas, la frágil arquitectura que constituye nuestra argamasa mental. ¿Cómo sería un mundo que aceptara ese canon improbable? Tal vez más lento, más cercano; desde luego, sería un mundo donde la palabra grandeza resultaría ininteligible, pues se asimilaría a una construcción senti-mental de filiación neoplatónica, a un mundo erigido sobre los rescoldos humeantes del posrromanticismo; incomprensible, para esos liliputienses de la estética, que hablarían lenguas pequeñas, lenguas por venir (y quizá el porvenir de la lengua: esa pequeñez y ese calor).

Lo malo de toda operación canónica es que ejerce siempre una violencia. Bloom practica dos, y lo hace con suma eficacia:

-en sus libros es notoria la exclusión de la mujer en el canon occidental. Salvo alguna excepción, que confirma la regla, se trata de un canon fuertemente falocratizado. En el mundo de la cultura se ha avanzado muy poco: la historia de las artes la siguen escribiendo hombres que establecen, por ejemplo, que en este país se escribe poesía de la experiencia, poesía del silencio, poesía cercana al realismo sucio, poesía neobarroca y... poesía escrita por mujeres (el ejemplo es sonrojante pero verídico: puede encontrarse en una antología "canónica" de Cátedra).

-La exclusión de oriente, o de los orientes. Es cierto que Bloom avisa: es el canon occidental... pero no se entiende bien esa elección, esa pereza de no indagar o inquietar en otras tradiciones. ¿Para qué necesitamos saber quiénes fueron o que escribieron y pensaron Nagarjuna, Patanjali, Valmiki, Vasubhandu, Santoka o Abhinavaguptha, entre otros muchos? Es mejor blindar nuestro etnocentrismo milenario: que el otro no inquiete nuestras certezas. Quizá porque esa indagación nos mostraría que algunas ideas o descubrimientos presuntamente occidentales tienen su origen en oriente. Quizá porque expondría la fragilidad en la que asentamos nuestra "grandeza" y también las bases de ese "yo" sólido y fijo de la racionalidad occidental, que nos han enseñado a no cuestionar...

en lugar de afirmar un canon habría que deconstruir todos los cánones vigentes: que la literatura, y las artes, no estuvieran encorsetadas y fluctuaran, vivieran su vida secreta. Entonces se abriría una infinidad de posibilidades ahora invisibilizadas por ciertos intereses. Frente a las verdades jerarquizadas, "viriles": la superficie, el juego, lo que fluye y tal vez nos canta bajito...

un saludo

1:45 p. m.

 
Blogger Milk said...

Hola Stalker,

¡Gracias por comentar! Creo que entiendo lo que dices, en el sentido de que desde luego, los cánones son excluyentes y cerrados, pero también es cierto que es normal que el canon, como construcción histórica, sea falocéntrica y eurocentrista que es como es la historia de nuestra cultura. Por otro lado, yo entiendo que el canon occidental del que habla Bloom, sin ser neutral, porque eso no existe, quiere representar una historia de influencias que sí es "neutral", en el sentido de que hoy por hoy, hay una serie de autores que fueron base para muchos otros autores y que son necesarios para entender la literatura (claro, a lo grande).

Sin duda, esfórzarse por encontrar a los autores térmita tiene su recompensa para los lectores. Siempre que con autores pequeños quieras decir autores pequeños para el canon, que han sido excluidos por cuestiones que iban más allá de su calidad literaria (si eso existe por sí mismo, y sabiendo que leemos desde donde nos han enseñado a leer, valorando lo que nos han enseñado a valorar). Yo supongo que soy plenamente posromántica, y lo que me interesa en un libro es su grandeza. Y en la construcción de mi canon personal, a partir de mi experiencia lectora, sin duda la sublimidad es una característica esencial para formar parte. Esa sublimidad puede estar en libros canónicos o en libros de fuera del canon, y esa sublimidad sí nos enseña a cuestionar la racionalidad del yo sólido y fijo.

De todas maneras, a mí me parece utópico pretender que la literatura no esté jerarquizada. Aunque no existiese la noción de canon, no todos los libros habrían llegado a nosotros, y entre los miles que llegaron,la organización es inevitable desde un punto de vista pragmático. Me cuesta imaginar un mundo en el que absolutamente todos los libros están en la misma posición y llegamos a ellos desde la misma posición, entre otras cosas, porque eso significaría negar algo en lo que yo creo, que unos libros son mejores que otros, más "importantes". En lo que sí concuerdo es que deberíamos hacer un esfuerzo para darnos cuenta de qué se ha invisibilizado, por qué y cómo invertir esa invisibilización.

Un saludo!

9:16 a. m.

 
Blogger Stalker said...

Milk:

es un debate apasionante, y me voy a permitir, con tu permiso, continuarlo un poco...

Para empezar, estamos de acuerdo en que nuestra cultura es etnocéntrica y falocrática (falogocéntrica, diría Derrida: el logos -el Verbo, el discurso, la razón- y el falo se aliarían para construir los linajes filosóficos que han desembocado en cierta ceguera, en cierta negación del otro, que siempre es el que vive en los márgenes: la mujer, el oriental, el "subdesarrollado": todo el que está fuera del gran relato civilizatorio occidental); este hecho es notable, pero eso no quiere decir que debamos aceptarlo; al contrario, hay que subvertirlo, desmontarlo con todas las herramientas a nuestra disposición. Ha originado demasiadas injusticias.

Concedamos que el canon sea necesario para ordenar el caos y privilegiar las obras importantes. Estoy de acuerdo contigo en que unas obras son mejores que otras: es absurdo comparar a Kafka con Pérez Reverte, a Borges con Paulo Coelho. La deconstrucción no implica relativización, sino (paradójicamente) construcción de acuerdo a otros planteamientos que implican análisis pacientes y minuciosos. Aquí es donde puede impugnarse la idea de jerarquía como visión puramente masculina, etnocéntrica (en el caso de Bloom, abrumadoramente anglosajona) y proponer un canon abierto, desjerarquizado, "rizomático", que constantemente se enriquezca con nuevas aportaciones y no se pliegue a la Verdad instituida por la Lengua-Una, al código de visibilidad impuesto por la mirada reduccionista del Padre (a fin de cuentas, la secularización de occidente es en gran medida una falacia, y los conceptos en que vivimos están muy emparentados con las "grandes" arquitecturas mentales onto-teológicas).

Aquí es donde entraría lo "pequeño", una idea que no se contrapone necesariamente a lo grande (si así fuera, se alimentaría una lógica binaria, es decir, otra forma, quizá sutil, de violencia). Lo pequeño es difícil de definir pero tiene que ver con una forma de acercarse y estar, una forma de vibrar. Puede definirse provisionalmente así: lo que habla más de una lengua.

Un canon que, como el de Bloom, no deje entrar al otro acaba por convertirse en un instrumento al servicio de la hegemonía cultural anglosajona. Y no se trata de restar valor a las obras que lo integran, tan necesarias, tan únicas. No discuto el valor de Joyce, Proust o Borges, pero sí la necesidad imperiosa de acercar y dar a conocer a mujeres admirables como Clarice Lispector, Alejandra Pizarnik, Marlen Haushoffer, Unica Zurn, Annemarie Schwarzenbach, Blanca Varela, Agota Krystoff, Ingeborg Bachmann, Edith Södergran, Jorie Graham (o en nuestras letras, autoras tan singulares como Olvido García Valdés o Chantal Maillard), entre muchas otras... no creo que muchas de ellas tengan nada que envidiar a sus coetáneos hombres, los que han construido obras "grandes e importantes". Mientras el canon no incluya nombres así, me seguirá pareciendo una operación intelectual reduccionista, acomodaticia, burdamente machista, y que no incorpora en su devenir esos afluentes tan asombrosamente vivos...

(sigue...)

1:36 p. m.

 
Blogger Stalker said...

El no incluir a autores orientales es sintomático de ciertos miedos. Podrían caer catedrales muy sólidas si descubrimos, por ejemplo, que la idea del inconsciente fue descubierta (¿inventada?) en la India varios siglos antes de Cristo, y no por Freud, como nos han enseñado siempre (junto al canon de autores hay un canon de verdades que conviene desplazar, subvertir, para encontrar la raíz de las cosas y restituir cierto fuego a su origen).

Respecto a lo sublime, en mi opinión es poco propicio a cuestionar el yo. Lo sublime romántico es, precisamente, la exaltación egoica, el arraigo en la senti-mentalidad exacerbada: el posrromanticismo, paradigma emocional en el que aún vivimos pese a la posmodernidad, las vanguardias y la supuesta caída de los relatos, refuerza las creencias, urde estrategias defensivas y solidifica la mirada, impidiendo su oblicuidad;

que se haga delgadez en el trazo, la mirada, sería una forma de descubrir las grietas de nuestra herencia cultural y hacerlas estallar desde dentro, para poder al fin estar aquí sin corsés, sin el miedo y la ceguera que nuestro mundo ha sabido transmitirnos tan bien,

la deconstrucción, a fin de cuentas, y pese a quienes han pretendido asimilarla a un gesto nihilista, está del lado de la afirmación: es un sí a la vida, pero a una vida otra, la vida del otro, la hospitalidad incondicional, la acogida de todas esas voces que suman y no restan y que deberían estar representadas en los libros que pretenden vertebrar la lógica estructural de nuestra cultura,

espero que sepas disculpar este tostón insufrible que he soltado ;)

más saludos!

1:39 p. m.

 
Blogger Milk said...

Hola Stalker,

Encantada de que continúes el debate ;). Estoy plenamente de acuerdo con la idea de canon abierto y desjerarquizado, y en que es necesario buscar nuevos acercamientos a la hora de construir los canones, pero me parece un tema complicado en el plano práctico. Sin duda hay escritores de la misma calidad que nuestros clásicos, que han sido "olvidados" por cuestiones ajenas a su literatura. Sin duda sería deseable que la construcción del canon "oficial" fuera un proceso siempre abierto y siempre justo. Pero también sé que la historia ha marcado una jerarquización que es muy complicada de subvertir, y porque personalmente, veo muy poco operativo ese canon ideal, si tenemos que estar abiertos a todo criterio de inclusión (aunque entiendo que no es relativismo lo que propones, pero desde que se establece una diferenciación, hay que justificar los criterios de la misma). Creo que lo que Bloom critica, es el hecho de tratar de derribar ese canon alegando cuestiones morales y no literarias. Coincido contigo en que el canon que propone es reducido y muy parcial, pero también creo (en lo que él dice, no en lo que hace)que la literatura debe juzgarse desde la literatura (aunque vuelvo a lo mismo, es imposible quedarse en la literatura porque juzgamos desde algunos criterios, y habría que saber de dónde salen).

Con lo que no estoy nada de acuerdo es con lo de sublime. Es cierto que el romanticismo es la exaltación del yo, pero al mismo tiempo, en su concepto de sublime encontramos el placer que produce ir hasta los límites de ese yo, perderse un poco, y en esa contradicción, ellos mismos supieron ver el cuestionamiento del yo (que ya no es algo coherente e inamovible, como hasta entonces).

En cuanto a la deconstrucción reconozco que es un tema que no domino, y que siempre me ha generado muchos prejuicios. Leyendo a Derrida, yo nunca fui capaz de ver una "contrucción", una "alternativa" sino que todo lo que encontraba era un juego conceptual que se alejaba de la realidad tangible y no volvía a ella. Pero si dices que lo que proponen es la acogida de nuevas voces, tendré quizá que darle una vuelta ;).

11:36 p. m.

 
Blogger Stalker said...

Milk:

un canon abierto es un canon perfectamente operativo: bastaría con irlo revisando cada década y dejar entrar voces que no sean las totémicas, las de siempre,

es fácil hacerlo operativo con una mente alerta y una indagación constante. Todo lo contrario a la pereza intelectual de Bloom, que se atrinchera en los quince o veinte nombres de siempre. Es más cómodo prolongar las melodías conocidas que introducir notas disonantes. ¿Para qué cambiar nada si estamos muy cómodos con lo que existe? Además, se trata de mujeres, de orientales, de sudamericanos, ¿qué podrían aportar a las Grandes Verdades de Occidente?

Las razones para subvertir el canon oficial son estrictamente literarias, por más que la denuncia de la marginación de la mujer, entre otros, nos haga sospechosos de cierto "apostolado moral". Pero no: hablo de literatura simplemente, y afirmo que dentro del campo de la estricta literatura no encuentro ni una sola razón por la que Thomas Bernhard, autor más o menos consagrado, sea mejor que Marlen Haushoffer... ¿Por qué uno entra en el canon y otra no? Precisamente es Bloom y los que, como él, configuran el canon occidental, quienes obedecen a razones extraliterarias: de no ser así incluirían a Marlen o a poetas como Santoka Taneda (que en "grandeza" no tiene nada que envidiar a Paul Celan, pero tuvo la desgracia de ser japonés y escribir haikus...).

No es sólo el canon literario: en todos los ámbitos se da la misma vieja historia de siempre. ¿Nos suena el nombre de Galina Ustvolskaya? Resulta ser una de las compositoras más importantes del siglo XX, pero los libros de historia de la música no hablan de sus logros (con una notable excepción: encontré un libro que la mencionaba, y lo único que destacaba era el hecho de haber sido... la amante de Shostakovich. ¡Venga ya!)

Por lo tanto, sigo criterios estrictamente literarios, escrupulosamente literarios... Los nombres que he citado andan sobrados de calidad literaria y si son excluidos no es precisamente por esa razón. De ahí que, en efecto, la literatura deba juzgarse desde la literatura. Bloom podría empezar a dar ejemplo...

El yo romántico... Tu argumento me ha convencido, admitamos que en ese yo exaltado uno pueda explorar sus propios límites y cuestionarlos. Pero seguimos presos del yo... el "Espíritu Absoluto" de Hegel ha inflado el yo hasta extremos casi inconcebibles... Si el canon de la filosofía occidental (la única que se enseña en los departamentos universitarios, como si no hubiera otra) hubiera dejado entrar a Oriente, sabríamos que el yo tal vez es una ilusión, que tal vez no existe como constructo identificable: solo habría dharmas, destellos mentales en rápida sucesión, sin un yo que les sirva de soporte. Eso al menos dice la psicología y filosofía budista. ¿Por qué no interesa que nuestra población se impregne de estas nociones? Quizá porque Occidente necesita al yo, un yo engordado, hipertrofiado, fácilmente manipulable: sometido a las lógicas del consumo y la insatisfacción. Nada es inocente...

(sigue...)

12:09 p. m.

 
Blogger Stalker said...

En cuanto a la deconstrucción, sería increíblemente tedioso explicar aquí lo que propone Derrida. Sólo diré que no se trata de un juego, y mucho menos un juego conceptual: Derrida no crea conceptos, no cree en los conceptos: se limita a cuestionar los que la tradición nos ha legado, los conceptos en los que vivimos, los que han ayudado a fraguar nuestra topología mental. En realidad, ni siquiera los subvierte, se limita a desplazarlos, a recontextualizarlos, etc.

Por otra parte, me llama la atención tu alusión a la "realidad tangible". ¿Cuál es? ¿Estamos seguros de dónde se encuentra? ¿No habrá sido, también, construida de acuerdo a ciertos intereses, entre ellos el de cultivar cierta ceguera "rentable"? Además, en este caso, hablamos de un filósofo, que en tu opinión escapa a la realidad tangible. ¿Qué filósofos nos hablan de ella? ¿La res cogitans de Descartes, el noúmeno kantiano o el Espíritu de Hegel son esa realidad? ¿Es lo sublime la realidad tangible? ¿No será esa supuesta realidad, ese poner los pies en la tierra, esa exigencia de pragmatismo, otra abstracción, y la más nociva de todas?

Milk, espero que sepas disculpar el tono exaltado de mi yo romántico. En realidad, también creo en lo sublime. Pero hay otras formas de estar en el mundo, y para descubrirlas conviene desmontar los grandes relatos filosóficos que han contribuido a convertirnos en lo que somos: clientes perfectos, consumidores perfectos, pequeños autómatas a los que se ha inoculado la ilusión de ser libres y de vivir en la "realidad tangible"...

Un saludo, Milk

Por cierto, la imagen de unas puertas de leche es soberbia, no se le habría ocurrido ni a Buñuel...

12:11 p. m.

 

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