Amor
"Y ella:
- tú no crees que el amor sea entrega absoluta, renuncia a uno mismo...
Estaba allí, en el prado, más bella que nunca, y la frialdad que endurecía apenas sus rasgos y el altivo porte de su figura habría bastado con muy poco para disolverlos y volverla a tener entre los brazos... Podía decir algo, Cósimo, cualquier cosa para ir hacía ella, podía decirle: "Dime lo que quieres que haga, estoy dispuesto...", y habría sido de nuevo la felicidad para él, la felicidad juntos, sin sombras. Pero dijo:
- No puede haber amor si uno no es uno mismo con todas sus fuerzas.
Viola tuvo un gesto de contrariedad, que era también un gesto de cansancio. Y sin embargo aún habría podido comprenderlo, como en realidad lo comprendía, más aún, tenía en la punta de la lengua las palabras para decirle: "Tú eres como yo te quiero..." y subir de inmediato con él... Se mordió un labio. Dijo:
- Pues entonces sé tú mismo sólo.
"Pero entonces ser yo mismo ya no tiene sentido", eso es lo que quería decir Cósimo. Y en cambio dijo:
-Si prefieres a esos dos gusanos...
- ¡ No te permito despreciar a mis amigos! - gritó ella, y no obstante pensaba: "A mí me importas sólo tú, y sólo por ti hago todo lo que hago".
- Sólo yo puedo ser despreciado...
- ¡Tu modo de pensar!
- Soy una sola cosa con él.
- Entonces adiós. Parto esta misma noche. No me volverás a ver nunca."
Eso escribía Italo Calvino en El barón rampante. Aún a costa de estropearos la historia, os comunico que Viola lo cumple. Y él tampoco corre tras ella. Así que no me digáis que no son un poquito, aunque sea un poquito, dignos de encomio.