La irreparable soledad del alma
El lunes en el vestuario, tras mi clase favorita de entre todas mis clases, llegué tarde a una conversación. Cuando me reuní con mi amiga verde manzana, ésta estaba en medio de una charla sobre Marte y Venus.
“No tienen nada que ver, hombres y mujeres no tienen nada que ver, tienen algo en el cerebro que funciona distinto. Somos especies diferentes, si ellos son perros, nosotras gatos, si ellos son leones, nosotras tigres”. Se quedó en silencio antes de añadir: “Los hombres son monstruos”. “Quizás estás exagerando un poco”, me atreví a decir yo, pero no había nada que pudiera pararla. “¿Tú crees que es normal que acaben una relación y ya empiecen otra como si no pasase nada?”.
Yo no sé, claro.
“Las mujeres en una relación se dan al 100%, y para los hombres no deja de ser una cosa más en sus vidas”. Pensé en ese momento en Gertrud, donde ella se lo dice claramente a su marido -que es de esos maridos que no se dan cuenta de lo mucho que las quieren hasta que ellas ya no los quieren a ellos (algo que podemos aprender también con Gossip girl, acuéstate con otro chico para recuperar a tu ex o como el fingir que pasas de tu amado sólo funciona cuando es verdad y por lo tanto ya no necesitas que funcione)-. El caso es que Gertrud le explica que él tiene su trabajo para entretenerse, pero que ella sólo tiene el amor y que por eso si él no estaba dispuesto a darle un amor absoluto ella prefería pasar a otra cosa (es una peli de 1964).
Y mi amiga me contó que todo el monólogo había comenzado porque la chica de la diatriba había escuchado en otra parte del vestuario a dos chicas hablar de si estaban solteras o no o qué: “Típico de mujeres, siempre hablando de hombres”.
(Debo hacer una nota explicando que mi amiga no estaría de acuerdo con mi lectura de los hechos y que cree que mi profesión me ha creado el vicio de descontextualizar frases como “los hombres son monstruos”. Pero para mí cuando hablaba de diferencias de sensibilidad, estaba muy claro, decía que eran una especie diferente por no decir que eran unos cabrones).
(Y eso es un poco triste).
“No tienen nada que ver, hombres y mujeres no tienen nada que ver, tienen algo en el cerebro que funciona distinto. Somos especies diferentes, si ellos son perros, nosotras gatos, si ellos son leones, nosotras tigres”. Se quedó en silencio antes de añadir: “Los hombres son monstruos”. “Quizás estás exagerando un poco”, me atreví a decir yo, pero no había nada que pudiera pararla. “¿Tú crees que es normal que acaben una relación y ya empiecen otra como si no pasase nada?”.
Yo no sé, claro.
“Las mujeres en una relación se dan al 100%, y para los hombres no deja de ser una cosa más en sus vidas”. Pensé en ese momento en Gertrud, donde ella se lo dice claramente a su marido -que es de esos maridos que no se dan cuenta de lo mucho que las quieren hasta que ellas ya no los quieren a ellos (algo que podemos aprender también con Gossip girl, acuéstate con otro chico para recuperar a tu ex o como el fingir que pasas de tu amado sólo funciona cuando es verdad y por lo tanto ya no necesitas que funcione)-. El caso es que Gertrud le explica que él tiene su trabajo para entretenerse, pero que ella sólo tiene el amor y que por eso si él no estaba dispuesto a darle un amor absoluto ella prefería pasar a otra cosa (es una peli de 1964).
Y mi amiga me contó que todo el monólogo había comenzado porque la chica de la diatriba había escuchado en otra parte del vestuario a dos chicas hablar de si estaban solteras o no o qué: “Típico de mujeres, siempre hablando de hombres”.
(Debo hacer una nota explicando que mi amiga no estaría de acuerdo con mi lectura de los hechos y que cree que mi profesión me ha creado el vicio de descontextualizar frases como “los hombres son monstruos”. Pero para mí cuando hablaba de diferencias de sensibilidad, estaba muy claro, decía que eran una especie diferente por no decir que eran unos cabrones).
(Y eso es un poco triste).
Etiquetas: naturaleza humana