Haciendonos mayores...

sábado, julio 21, 2007

El día que fuimos del Opus

En realidad, en cualquier sitio se está mejor que en casa. Aquí me tenéis, en un albergue que no descubrió aún que hay formas de combatir el calor, pero que sin embargo disfrutan de la red de redes (no se dice así ¿verdad?). Son las diez de la mañana y puedo renovar. Eso nunca sucederá chez moi (y sí, me voy ahora a disfrutar de la ciudad, sólo espero a que Raquel se termine sus doscientoscinco cafés).
Ayer salimos a reconocer la zona. Buscamos algún sitio donde bailar y ligar y esas cosas. Una pareja nos indicó, muy amablemente, a donde podíamos ir. Y fuimos. El sitio era fantástico, con una canciones muy de guateque. Estábamos en nuestra salsa. Hasta que Raquel me miró y me dijo: "¿te das cuenta de que parecemos infiltradas del PP?" Con mi faldita elegante, sus pantalones claros por debajo de la rodilla y su ¡blusa!
Así son las cosas, vas un día de señorita y ya se creen hasta que eres del Opus.
Hola, nos dijo un chico (no guapo)
hola, dijimos nosotras
¿sois católicas romanas?, preguntó él.

¡Oh dios mio!

le llegamos al corazón igual, o por eso, quizá. Ya se sabe lo que le gusta a los chicos descarrilar entes ajenos.

El otro descubrimiento (además de que se me nota el colegio de monjas, tantos años perdidos) fue que no sé hablar castellano. Este año (en Barcelona), ya me dijeron que tenía acento francés e italiano.
Ayer un chico me dijo: tú no eres de aquí, blablabla, hablas castellano o sea que tienes que ser de Sudámerica o de México. Yo diría que de Argentina.
O de España... apunté yo.
¡Ostias claro! ¡Del norte de España! ¿Asturias?
Galicia
Bueno, es lo mismo. Pasarás calor aquí ¿no? Las playas de San Sebastian son tan frías...

Después la pareja que nos había indicado el lugar nos encontraron allí y me preguntaron ¿eres griega?
No, no, que soy de aquí.
Una chica se sumó a la conversación ¿de dónde eres?
Que no, que no, que soy española.
Tú no eres española.
¿No notas que hablo muy bien el castellano?
Sí, sí, pero con acento.... no sé, como polaco.
Es acento gallego.
No es gallego.
Que sí, que sí, que lo sé yo.

Y he de decir que la gente de Valencia a pesar de todo esto, es bastante encantadora. Por lo menos de noche. De los que te hacen dibujitos en los mapas para que no te pierdas y bromas constantes para que te diviertas.

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sábado, julio 14, 2007

Exaltación y fanatismo

En "Festejos de boda" (¡Estupendo, estupendo!), un Al-Hilali comenta "No hay nadie más cruel que los idealistas. Son los responsables de todos los crímenes de este mundo. Tu papel es trágico en la dimensión más pura". Bien. Tiene razón ¿verdad? Del idealismo al entusiasmo, del entusiasmo al fanatismo, sólo hay un pequeño paso. Creer en algo es ya de por sí un germen de dogmatismo. Los dubidativos somos los justos de la tierra.

Mierda.

¿Qué hago yo ahora con la Santa Generación? ¿Qué defiendo? El entusiasmo a nivel individual es sin duda la única arma contra... contra todo es malditismo impostado, contra la pose, pero también contra la pasividad. El entusiasmo sin embargo, como ya os dije en anteriores posts, oh fieles seguidores, es puro peligro. Es lanzarse por la carretera sin mirar a los lados. Y probablemente sea la única forma en la que habríamos de tirarnos. Pero eso no se puede defender en pleno siglo XXI. El relativismo sí. El fanatismo no. La seguridad, la seguridad. Y yo creo (uy, perdonadme), creo en la salud. Creo en la necesidad de estar sanos y de sanar. Creo en la razón. Creo en la (ya no conseguiré salvar esto) tolerancia. Pero en el fondo admiro profundamente a los que se lanzan por la carretera sin mirar a los lados, a los que pueden creerse las cosas cuando las dicen, los que no te entienden, los que te critican, los que te insultan, los que no pueden comprender que no lo veas claro: los románticos.

¿Y qué hago yo ahora con la Santa Generación? Admitir que hablar de valores es un juego más. Un juego como me escribe Raquel que a veces juega a ser mayor y a veces juegar a hacer la compra y a veces juega a trabajar ocho horas diarias. Sin implicación, dice. Pero no es así. No es así en absoluto. Guardamos una distancia irónica que nos permita ser lúcidos sin ser depresivos. Y menos mal. Quizá se contraponga con el entusiasmo, pero podemos jugar a ser entusiastas. Y puedo confesar: sí, podemos jugar entusiastamente.

Y eso es lo que haremos.

Apostar por el entusiasmo inocuo o entusiasmarnos sólo por la red de amor, arriesgándonos a ser identificadas con la parroquia.

lunes, julio 02, 2007

Voy a fingir que lloriquear en público no es patético

Ayer Ana y yo decidimos ponernos nostálgicas. Ese tipo de cosas es mejor hacerlas con cabeza. Planificarlas previamente con todo lujo de detalles: el domingo, de cinco a siete y media, recordar tiempos felices. Así que nos sentamos cómodamente en el salón y nos pusimos a ver TODAS las fotos de este año. Lógicamente, la nostalgia no viene de este año, que aún no acabó. De este año viene sólo la consternación. ¿De verdad he pasado un año aquí y aún ni subí al Tibidabo? ¿De verdad he pasado un año aquí y sólo tengo amigos en las fotos de octubre?. Pero bueno, yo siempre me consterno en junio, soy fiel a mis tradiciones . Este año hubo un problema de organización y con mis padres llevándome de excursión a la tierra de los ¡48! volcanes (véase un trocito de la provincia de Girona) no me pude poner reflexiva al acabar los exámenes ni sopesar si este curso había valido la pena y si yo era un poco mejor que el anterior y todas esas cosas que nunca hago en año nuevo. El resultado es que ahora mi euforia veraniega se halla intrincada con la angustia por mi degradación. Tan pegaditas que resulta difícil distinguirlas. Y aquí entra en juego la nostalgia, claro, al comparar las fotos de este año con el archivo total y ver qué cosas se van perdiendo inexorablemente. Después, por la noche, para dormir, me puse un cd de Héroes del Silencio e intenté con todas las fuerzas recuperar lo que yo era hace ocho años. Imposible. Por muy fuerte que apretara los ojos ya no podía ser la que fui más que a través de la que soy. Un desastre, vaya. Y esa sensación tan absurda (porque ni sabes si la frase es tener sólo los despojos o tener al menos los despojos) de echar de menos cosas que ya no podrían ni remotamente hacerte feliz. Y esa sensación tan desagradable de saber que ahora estás mejor, pero eres mucho peor (saquemos la conclusión, saquemos la conclusión).
El otro día también le dije a Ana que había descubierto que nos adaptábamos al mundo (estar mejor) a través de sacrificar sin remordimientos las cosas que dificultaban la adaptación (ser mejor). Y ella me miró como sorprendida de que yo fuese tan tonta (peor que cuando tardé dos días en pillar: perdona el retraso, mis padres son hermanos) y me escupió:" pues claro".