El gran libro de las afrentas
Inauguro hoy el libro de afrentas. Debería haberlo inaugurado hace una semana tras una grave ofensa en un bar de Ixelles, pero no recuerdo el nombre del bar y un libro de afrentas sin nombres propios es una acción absurda. Pensé, incluso, en el colmo de mi desesperación, crear un blog (fondo negro, por supuesto) donde toda la gente del mundo (en este caso me llegaría con que toda la gente de Bruselas) dejase sus afrentas para que todos los demás supiésemos que sitios boicotear, a que políticos no votar o que productos rechazar. Después pensé en las posibilidades de que multitudes se me uniesen. Después en las posibilidades de que multitudes me leyesen. Y por último en la posibilidad de que multitudes fuesen lo suficientemente coherentes para que todos los que nos ofendieron recibieran su merecido. Entonces me volví a desesperar (esta vez ya con tintes de depresión) y decidí contarlo aquí mismo, aunque fuera para mis cuatro fieles seguidores, a la espera de la idea definitiva.
Todo empezó con la manifestación de mañana. Hay un colectivo de artistas en Bruselas llamado Manifestement cuyas performances consisten en manifestarse (o eso fue lo que yo entendí). Porque ya está bien de acciones elitistas, tomemos las calles. Mañana, entonces, Saint-Gilles (mi barrio) será testigo de una manifestación a favor del sentido originario de las palabras. Porque, en qué mal momento “essence” pasó de ser algo filosófico a significar prosaica gasolina? Porque no está bien que los islamistas sean casi terroristas y no sencillos adeptos al Islam. Cada persona, apadrina una palabra, entonces, una palabra de la que quiere reivindicar su sentido originario (y siempre más bello). Esa manifestación (sobre todo en su lado más político-integrador-los-islamistas-NO-son-terroristas) es apoyada por la ministra belga Fadila Laanan.
Nos llegó, pues, a la radio, una nota de prensa de su gabinete firmada por Serge Birenbaum. Si tienen alguna duda, decían, no duden en ponerse en contacto con nosotros. Yo, joven ingenua, no dudé en ponerme en contacto con él. Transcribo nuestros diálogo (amablemente traducido para evitaros faltas gramaticales).
Y: Hola, es el señor Birenbaum?
S: ¿Qué?
Y: Estoy hablando con Serge Birenbaum?
S: ¿Quien es?
Y: Llamo de Radio Alma, una radio para españoles en Bruselas. ¿Es usted Serge Birenbaum?
S: Eh....¿Qué quieres?
Y: ¿Pero es usted Serge Birenbaum o tengo mal el teléfono?
S: Sí, sí, te has equivocado de teléfono
Y: No creo que me haya equivocado de teléfono porque es el teléfono que vosotros nos habéis dado.
S: ¿Pero qué quieres?
Y: Es por lo de la manifestación del domingo
S: Sí, voy a estar allí.
Y: ¿Y puede informarme un poco sobre ella?
(Se corta –para los desconfiados me cuelga-)
Y: Hola, creo que se ha cortado.
S: Sí, bueno, qué quieres.
Y: Es por la manifestación del domingo
S: Yo no sé nada de ninguna manifestación de españoles.
Y: ¡No es una manifestación de españoles!, es una manifestación por el sentido original de las palabras.
S: Creo que te equivocas de teléfono.
Y: Claro que no me equivoco de teléfono, si no quiere hablar conmigo me lo dice y cuelgo, pero no hace falta que me cuente historias.
S: Ehh.... prefiero no hablar contigo.
Después de eso, y sumida en la miseria, reflexioné sobre que era un señor de mal humor, y que no tendría ganas de hacer esfuerzos para entender a esa chica que habla destrozando el idioma. Pero debería formar parte de puestos públicos gente que no es capaz de hacer esfuerzos para entenderse con la gente? (Debo decir que hablé con los del colectivo Manifestement y me atendieron correctamente, ¡y eso que son artistas!). Merece o no merece Serge -o quien quiera que atendiese su teléfono- que le echen del trabajo? Porque lo peor de las pequeñas injusticias, es que sabes que aunque tengas toda la razón del mundo, no vas a poder hacer nada, y que la violencia, encima, está mal vista hasta por ti.
Etiquetas: Bélgica, Libro de afrentas, manifestaciones