Haciendonos mayores...

sábado, enero 19, 2008

El gran libro de las afrentas

Inauguro hoy el libro de afrentas. Debería haberlo inaugurado hace una semana tras una grave ofensa en un bar de Ixelles, pero no recuerdo el nombre del bar y un libro de afrentas sin nombres propios es una acción absurda. Pensé, incluso, en el colmo de mi desesperación, crear un blog (fondo negro, por supuesto) donde toda la gente del mundo (en este caso me llegaría con que toda la gente de Bruselas) dejase sus afrentas para que todos los demás supiésemos que sitios boicotear, a que políticos no votar o que productos rechazar. Después pensé en las posibilidades de que multitudes se me uniesen. Después en las posibilidades de que multitudes me leyesen. Y por último en la posibilidad de que multitudes fuesen lo suficientemente coherentes para que todos los que nos ofendieron recibieran su merecido. Entonces me volví a desesperar (esta vez ya con tintes de depresión) y decidí contarlo aquí mismo, aunque fuera para mis cuatro fieles seguidores, a la espera de la idea definitiva.

Todo empezó con la manifestación de mañana. Hay un colectivo de artistas en Bruselas llamado Manifestement cuyas performances consisten en manifestarse (o eso fue lo que yo entendí). Porque ya está bien de acciones elitistas, tomemos las calles. Mañana, entonces, Saint-Gilles (mi barrio) será testigo de una manifestación a favor del sentido originario de las palabras. Porque, en qué mal momento “essence” pasó de ser algo filosófico a significar prosaica gasolina? Porque no está bien que los islamistas sean casi terroristas y no sencillos adeptos al Islam. Cada persona, apadrina una palabra, entonces, una palabra de la que quiere reivindicar su sentido originario (y siempre más bello). Esa manifestación (sobre todo en su lado más político-integrador-los-islamistas-NO-son-terroristas) es apoyada por la ministra belga Fadila Laanan.

Nos llegó, pues, a la radio, una nota de prensa de su gabinete firmada por Serge Birenbaum. Si tienen alguna duda, decían, no duden en ponerse en contacto con nosotros. Yo, joven ingenua, no dudé en ponerme en contacto con él. Transcribo nuestros diálogo (amablemente traducido para evitaros faltas gramaticales).
Y: Hola, es el señor Birenbaum?
S: ¿Qué?
Y: Estoy hablando con Serge Birenbaum?
S: ¿Quien es?
Y: Llamo de Radio Alma, una radio para españoles en Bruselas. ¿Es usted Serge Birenbaum?
S: Eh....¿Qué quieres?
Y: ¿Pero es usted Serge Birenbaum o tengo mal el teléfono?
S: Sí, sí, te has equivocado de teléfono
Y: No creo que me haya equivocado de teléfono porque es el teléfono que vosotros nos habéis dado.
S: ¿Pero qué quieres?
Y: Es por lo de la manifestación del domingo
S: Sí, voy a estar allí.
Y: ¿Y puede informarme un poco sobre ella?

(Se corta –para los desconfiados me cuelga-)

Y: Hola, creo que se ha cortado.
S: Sí, bueno, qué quieres.
Y: Es por la manifestación del domingo
S: Yo no sé nada de ninguna manifestación de españoles.
Y: ¡No es una manifestación de españoles!, es una manifestación por el sentido original de las palabras.
S: Creo que te equivocas de teléfono.
Y: Claro que no me equivoco de teléfono, si no quiere hablar conmigo me lo dice y cuelgo, pero no hace falta que me cuente historias.
S: Ehh.... prefiero no hablar contigo.

Después de eso, y sumida en la miseria, reflexioné sobre que era un señor de mal humor, y que no tendría ganas de hacer esfuerzos para entender a esa chica que habla destrozando el idioma. Pero debería formar parte de puestos públicos gente que no es capaz de hacer esfuerzos para entenderse con la gente? (Debo decir que hablé con los del colectivo Manifestement y me atendieron correctamente, ¡y eso que son artistas!). Merece o no merece Serge -o quien quiera que atendiese su teléfono- que le echen del trabajo? Porque lo peor de las pequeñas injusticias, es que sabes que aunque tengas toda la razón del mundo, no vas a poder hacer nada, y que la violencia, encima, está mal vista hasta por ti.

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sábado, enero 12, 2008

Los asesinos del carterista

En los extras de Pickpocket Bresson pone cara de póquer mientras unos entrevistadores le hacen una de esas preguntas profundamente idiotas que todos acabamos haciendo cuando hacemos preguntas a pesar de saber lo idiotas que son (lo que muestra en grado sumo nuestro profundo aborregamiento y blablabla) : ¿Qué crees que entenderá la gente de esta película? (bueno, rectifico, la mayoría tratamos a la gente con un poco más de respeto), el caso es que Bresson dice algo como (mi memoria siempre es demasiado libre) que en realidad lo que le gustaría es que se sintiera algo antes aún de comprender.

Yo creo profundamente en eso, en el sentimiento. Bresson lo estropeó cuando trató de definir que debíamos de sentir, porque el caso es que NUNCA deberíamos hablar de nada. De nada inefable, al menos. Y me pregunto qué diablos pretendemos con tanto análisis. Lo sé, lo sé, despojarnos de nuestra sensibilidad, en un triste tributo a todo ese racionalismo del siglo de las luces (el pasado, ¿eh?). No hay nada que entender. Hay que cerrar los ojos por miedo a explotar. Pocas cosas resultan más prosaicas que una clase de, que sé yo, métodos del suspense, donde montones de chicos delgaduchos y con gafas suben constantemente la mano para gritar henchidos de sí que en esa escena se ve que se aprovecha para cortar en el momento en que el camarero se gira y que eso es una solución fácil. Quizá esos mismos chicos explicando que en esa escena el autor quería simbolizar la huida del tiempo que se va (siempre hablan con redundancias). Como si la película debiera ser traducida, reducida a palabras, falseada.

Oh, ya sé, ya sé que digo tonterías. Ya me explicó mi profe que los que de verdad aman quieren conocer. Pero para mí el que disecciona un cuerpo vivo es un asesino y punto final.

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