Haciendonos mayores...

lunes, junio 26, 2006

Me aburro

No sé donde leí que la gente inteligente nunca se aburría. Después estaría Cioran o cualquiera de esos, con su tedio como única verdad aprehensible (si existe la palabra) exclusiva de los profundos.

Pero mi tedio no es nada metafísico. Mi tedio es de vagos, de gente que ve una película porque no sabe que hacer. De desapasionados.

Y cuando más tarde lloriquee porque no me queda tiempo, porque siempre hago lo mismo, no saber qué hacer para no hacer lo que tengo que hacer. Cuando lloriquee ¿qué? ¿sentirme culpable?

Escribo aquí para hacer algo. Como antes estuve leyendo los blogs de miles de desconocidos. Eso me encanta. Y los fotologs. Los archivos. Cuanta gente existe. Y qué tontos. Qué listos.

Busco coherencias en los post de los demás. Para ver si desde fuera es posible. Si nos creamos bien, con estilo. O a impulsos. O hay las dos opciones. Me fijo en lo que la gente escribe cuando habla del aburrimiento. Y ahí, inevitablemente, se parece estúpido.

Y eso que tratamos todo el tiempo (en estos escritos públicos, me refiero) de colocarnos de la forma más ventajosa delante de los demás. Si así parecemos estúpidos...

martes, junio 13, 2006

El peor sentimiento del mundo

Ayer vi una película. Una niña cogía pizpireta el volante de un coche sobre las rodillas de quien venía a buscar a su padre (buscar para después detenerlo, torturarlo, matarlo..). La niña no sabía nada, abrazaba a su padre, le hacía gestos desde la ventanilla: adios, adios.

En esos tests estúpidos en lo que te preguntan por tu nombre, la hora, tu comida favorita y el peor sentimiento del mundo, nunca sé como contestar. Pero el peor sentimiento del mundo estaba ahí, latiendo, y haciendo que me entrasen ganas de explotar.

No sé ubicarlo, no sé que es lo que me impresiona de ciertas imagenes, de ciertas historias, pero sí, ahí estaba. Está en ser inocente cuando tienes que ser desconfiado, está en esperar ilusionado lo que acabará cortandote la cabeza. Así, los dos sentimientos en uno y debería haber una palabra para decir eso. O al menos yo debería tenerla. Se parecería un poco a patético pero no es exacto.

Cuando era pequeña había dos historias que me hacían casi llorar. Que hacían que la piel se erizase de angustia. Que me costaba sólo pensar porque me parecían que resumían toda la crueldad del mundo. Y no eran algo realmente tan trágico. Nada que no supiese. Quiero decir, sé y sabía que hay muchas cosas mucho peores.

Una era cuando contaban como a los emigrantes que salían del puerto de Vigo tras gastar todo su dinero en un billete, los dejaban en Cangas. Igual un poco más lejos. Y ellos, despistados e ignorantes, descubrían que no estaban en América. Buf.

La otra era sobre una tipa que se había ido a Alemania. Cuando sobraban españoles alli y en Suiza y todo eso. Ella no sabía alemán, pero fue a la tienda a comprar. Quería jamón, pero no conseguía hacerse entender con la tendera. Así que se empezó a palmotear la pierna mientras gruñia algo semejanta a oink oink. Y en la tienda orgullosas germanas carcajeaban.

viernes, junio 09, 2006

Letras giratorias

"O renuncian a través de una inteligencia escéptical, corrosiva, disolvente. Una inteligencia enemiga de lo concreto. Criticar todo y a todos es una manera de no criticar a nadie; sirve sólo para pertenecer apartado de la lucha" Pietro Nenni.

Podríamos llegar a todas las verdades importante a través de pensamientos de otros.

No paro de subrayar frases. Me duelen los ojos y la cabeza porque he tenido una semana para leerme cuatro libros (sólo queda uno y medio), pero es maravilloso lo que nos han dado a leer.
Debería hacer estas cosas de forma voluntaria. (Aunque creo que leer más de dos horas al día es contraproducente. Estoy mareada)

domingo, junio 04, 2006

Psicoanálisis de las ventanas

LLega el verano y se abren las ventanas.

En mi mundo ideal, donde siempre hace calor, las ventanas y las puertas están constantemente abiertas y las casas se llenan de luz. Y escuchas a los vecinos que dan golpes en los cacharros al cocinar, y les escuchar gritar, cantar, hablar...

Todo es como apacible. Como que la gente entera se da a la vida de una forma pública, notoria. No como en invierno, que parece que vivir da verguenza y se esconden en el sofá acurrucados frente a la estufa y hablan bajito y se molestan si los vecinos les escuchan discutir.

Además en verano entran los pajaritos por la ventana. Su ruido me refiero, entran antes que los vecinos porque los vecinos a esas horas duermen. Y si, es así. Te acuestas y te entra la fiesta de los de allí abajo, los de la terraza y se ríen y es como si compartiesen tu felicidad contigo. Y no oyes animalitos ni el mar ni nada bucólico porque estás en medio de una ciudad, pero por la mañana se escuchan gallos. Así es. Y después los pájaros. Y más tarde los cacharros de la cocina. Entonces te vas desperezando y el mundo está en orden. Gallos, pájaros, cacharros.

Cuando era pequeña dormía con la ventana cerrada. Si hacía mucho calor (tengo doble ventanal) cerraba de un lado delante y de otro atrás. Y en medio corría la brisa. Si hacía mucho demasiado insoportable calor dejaba abierto pero con las persianas bien apretadas. Me aterrorizaba la idea de que entrase un insecto. Me sigue aterrorizando, pero ahora me atrevo a disfrutar de los placeres de la vida. La ventana abierta, el ruido. La persiana subida, la luz.

Y es la vida misma la que te atrae y te despierta y te muestra lo que te estás perdiendo.

Por otro lado estoy convencida de que soy una persona mejor. Que bajar las persianas es síntoma de que no quieres que entre la vida. A nivel subconsciente, preconsciente o algo de eso. Que cerrar las ventanas es cerrarse uno mismo.