Haciendonos mayores...

miércoles, abril 29, 2009

Los conciertos apacibles

Ahora que se acerca la temporada estival (no reflexionemos sobre cuantos meses han pasado ya, no lo hagamos), y aunque el tiempo no acompañe, la vida se llena de acontecimientos importantes. Conciertos un día sí y el otro también y uno se deja ir aunque sabe que ya no está en la onda, y que las canciones que se sabe son las de hace dos o tres o cuatro discos (pero no pasa nada, porque puede desgañitarse con las canciones del primer disco y parecer más fan aún).

El jueves fuimos al concierto de Nacho Vegas y aunque esas me las sé todas (lo juro) no pude hacérselo saber. Estábamos sentados en butacas y él, tan lejos, no se dignó a dirigirnos la palabra más que en dos ocasiones: "boas noites" a la cuarta canción y "hasta otra" en la última. Y aunque las malas lenguas dicen que él siempre es demasiado lacónico yo más bien lo recuerdo verborreico, soltando frases y frases sobre muertos que yo no entendía (pero que eran graciosas, ojo, las gentes carcajeaban).

Estábamos sentados en butacas y aunque tocó mis canciones favoritas (con alguna traición excesivamente monocorde en Gang bang –empeorarla sin mi permiso!-) no hubo mucho pasión. Mi prima se revolvía inquieta viendo como todas las cabezas de la fila de delante quedaban impasibles. Yo, aunque en otros tiempos hacía lo propio, en este caso pude relajarme y disfrutar de la muy buena acústica. La gente no canturrea, cierto, pero en su caso no es tan necesario. En los conciertos de música clásica nadie da palmas ni silba por encima. No confundir, por cierto, con el imbécil aquel que escribía que los conciertos no eran karaokes. No queremos formar parte de ese excelso grupo de horteras que temen que emocionarse o no dejar la distancia de seguridad rompa su imagen de intelectual incorruptible.

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miércoles, abril 15, 2009

Marsella

Alentada por el modelo de Raquel, que se atrevió a declarar públicamente su aversión por Manuel Rivas, me atrevo a romper una lanza a favor de una ciudad denostada universalmente sin mayor explicación: Marsella.

Tengo un poco de miedo, de alguna (peligrosa) forma ese ente oscuro que persigue el desmérito de la ciudad ha tenido que conseguir que guías, páginas web y particulares la critiquen sin cesar. Por qué no hay una sola razón de peso para decir que Marsella es una ciudad fea.

Llegué allí convencida de que iba a encontrar una ciudad sucia e industrial (pero como soy de Vigo también pensé que curada de espanto) y no. Es una ciudad limpita, con bellos edificios haussmannianos y toques mediterráneos. Con un puerto animado y algunas islitas (interesantes) en frente. Con una iglesia desde la que se pueden admirar las vistas de TODA la ciudad. Bien es cierto que parece una ciudad insegura (pero también París rebosa criminales y no deja por eso de ser la ciudad del amor), que está llena de inmigrantes (¿en qué lugar de Francia se puede encontrar puro sabor local?) y que es caótica (ya habíamos coincidido -hablando de Oporto- en que el caos era mucho más creativo), pero está repleta de edificios fantásticos, un clima perfecto y barquitos que se llenan de mar.

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viernes, abril 03, 2009

Abril

Sé que en todo marzo no he escrito ni una sola vez en el blog. Ahora me cuesta volver, ya se sabe, cuando hace dos años que no ves a una persona necesitas algo importante que contarle. Os aviso: no tengo nada relevante que decir. A pesar de mis planes, aún no he escrito el equivalente a Harry Potter, así que dedico mi tiempo a ver cuanta gente más se he inscrito en las mismas ofertas que yo en infojobs. Pero ese no es mi espíritu, bien sabéis (o deberíais) que yo ya he firmado el Contrato por la Felicidad, y me hallo firmemente determinada a construir un horario que me devuelva el tiempo perdido.

Mientras tanto, he recordado aquello que descubrí en mi verano en Barcelona sin amiguitos, cuando leía un libro al día y escribía otro tanto: cuanto más escribo más pienso (y no viceversa). Así que os voy a contar qué ha ocurrido en el mes de marzo: He viajado por Francia! He descubierto que Burdeos es una ciudad muy muy bonita (todo lo que sabía de ella hasta este momento es que allí nació Santa Juana de Lestonnac, fundadora de mi insigne colegio). He visto un tapiz sobre el Apocalipsis. He descubierto que en Amiens los niños toman las calles a las horas escolares para preguntar a los turistas por cantantes franceses o por las estatuas de la catedral. Y he visitado los castillos del Loira.

Chenonceau es ese tan famoso que está en medio del río. Allí saben explotar las historias que quedan bien en las audioguias. Durante la Primera guerra mundial era un hospital, y desde las ventanas de las habitaciones lanzaban sus cañas para pescar en el río. Durante la Segunda Guerra Mundial, una de las orillas daba a la Francia libre y la otra a la Francia ocupada. Mucho antes, una señora prometió a su marido un luto eterno que la llevó a pintar la habitación (que vemos delante) de negro y a decorarla con calaveras, cruces y otros detalles acogedores.

En el mes de marzo también me he apuntado a inglés. Allí hemos visto una lámina con trabajos que se pueden llevar a cabo durante los Juegos Olímpicos (recepcionista en un hotel, reportero, de la limpieza, guía turístico, camarero, el que entrega las medallas...). La profe preguntó a mis compañeras qué preferirían hacer, respondieron que recepcionistas en un hotel o entregar medallas. ¿?¿?¿?¿?

Con lo divertido que es contarle a la gente historias macabras, escandalosas o divertidas de hace un par de siglos (o de este, si nos ponemos, pero eso NO lo aprobamos).

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