"Londres era tan aburrido comparado con estar sola en el campo"
Ya sé, ya sé, estáis esperando sendos posts de Ámsterdam y Copenhague, y llegarán. Pero hoy quiero utilizar mi blog única y exclusivamente para hablar de mí a través de entusiasmos ajenos. Para compartir con vosotros mis (oh) miedos más profundos, a saber: la falta de profundidad.
Y ahora no hablo de trascendencias, ni siquiera de no pensar nunca en la filosofía. Hablo de ser capaz de ver la vida como algo real, como algo importante. De llegar al fondo de uno mismo y encontrar algo concreto (cualquier cosa). Algo coherente, construido con esmero. Porque claro, quizá tenéis/tienen razón los que dicen de mí esto y aquello (no tiraré piedras contra mi propio tejado). Los que dicen, por ejemplo, que nunca estoy triste. ¿Cómo estarlo si no te encuentras por ningún sitio? Pero hoy he aprendido que la señora Dalloway tampoco lo está nunca. Y entonces pienso: no. No quiero sentirme comprendida por los personajes de una mujer que acabó suicidándose! Porque yo no sé si es que interpreto mal (de hecho soy plenamente consciente de que lo hago, siempre pervirtiendo significaciones), pero para mí este es un libro profundamente optimista.
Por lo demás dice Peter Walsh que “Era una terrible confesión (se puso de nuevo el sombrero), pero, a los cincuenta y tres años, apenas se tenía ya necesidad de nadie. La vida por sí sola, cada momento, cada gota, allí, en aquel instante, al sol, en Regent’s Park, era suficiente. Demasiado, a decir verdad. Toda una vida era demasiado corta para extraer, cuando ya se ha adquirido la capacidad, todo el sabor; para destilar hasta el último gramo de placer, hasta la última brizna de significado, y tanto placer como significado eran mucho más sólidos que antaño, mucho menos personales”
Etiquetas: angustia, entusiasmo, libros