Haciendonos mayores...

lunes, mayo 29, 2006

Noñería, cursilería y amor

Ñoña me gusta. Como concepto. Como palabra que deletrear letra a letra me horroriza. Las nasales no suelen ser estéticas. Hacen bien en eliminarlas de los idiomas del mundo, aunque nosotros tengamos que reivindicarla para que no muera.

Ñoña se utiliza como insulto pero no lo es tanto. Yo digo ñoña y es un cumplido. Un halago. Que seas capaz de ser ñoña, cómo me gusta. Y es como el verbo amar, claro, que nunca lo utilizaría en serio, sin reírme, sin que se note que lo uso porque creo que se debería usar y no porque forme parte de mi vocabulario diario.

Y al mismo tiempo como detesto la cursilería ajena. Las palabras demasiado explicitas, las frases repetidas. Con todo el terreno libre que hay en estos campos y venga a la cursilería embotellada, a hablar de él todo el rato . Puf. A decirse te quiero por teléfono sin carcajadas.

Entonces no sé. Yo soy cursi y me lo dicen y me hace gracia. Porque nunca lo seré delante de un chico, que lo sepáis. Eso nunca, porque soy una cobardica y voy sólo al amor seguro y entonces sí, a mis amigas les hago declaraciones de amor y les confieso que creo que debería ser obligatorio querer a la misma persona toda la vida.

Y después, si me dicen algo que es bueno y es verdad, me pongo nerviosa. Aunque me lo digan ellas y es porque uno nunca se acostumbra a ser querido de verdad. Sólo al amor de juguete que hace sentir bien pero no importa que venga o que va. E incluso con ese amor seguro, con el de amistad, da un poquitin de angustia ¿no? que sean tus amigos es el previo para que lo dejen de ser. Hasta con el amor completamente seguro, mas que seguro segurisimo, de tu familia si te lo dicen da miedo ¿no? Y eso q ellos seguro que no van a dejar de serlo. Pero ... quererte es esperar algo de ti, es el mundo de las responsabilidades, es la posibilidad de decepcionar o de hacer montones y montones de daño.

Entonces usar palabras que ya no están de moda y que parezca que no lo tomas en serio. Decir que quieres para que intuyan que detras de ese querer exaltado está el querer de verdad que palpita de emoción, pero muy bajito. Y con los chicos fingir fingir fingir hasta el día del matrimonio. Que no lo sepan nunca.

(Bueno, siento acabar escribiendo sobre algo sobre lo que escribí recientemente , pero ah, intento aceptarme como soy a través de la saturación )

miércoles, mayo 24, 2006

Especialización

En un día en que por azararosa casualidad (oh, oh, pero dicen que las casualidades no existen) a todo el mundo se le dió por hablar de la especialización versus el conocimiento génerico. Leí en mis apuntes que para Ortega Y Gasset el hombre de ciencia, especializado, era el hombre digamos, primitivo, bruto.
No así durante el Renacimiento, claro, donde los hombres de ciencia llevaban a cabo una encomiable labor de unificación para sentar las bases de cada disciplina. Pero que después de eso, cada rama se había hecho inabarcable, y para poder progresar surgió la especialización.
Para Ortega el hombre realmente culto era el que sabía un poco de todo.

No sé consuela quien no quiere. Porque si es mucho superficial o poco pero profundo igual la elección debería ser otra. Quizá no, no sé. Es cierto, somos complejos y saber de cosas diferentes nos abre más, nos forma más.

Pero saber algo de verdad igual haría que dejase de sentirme como esas mujeres del siglo XIX que aprendían piano, francés y literatura con el objetivo de tener un barniz de cultura sobre su alma pura que debía ser simple.

lunes, mayo 15, 2006

que se oculta, que se esconde

Ciencia que no explica nada, ciencia latebrosa.

Y ella se ríe cuando utilizo esas palabras. Se cree que lo hago por ella. Piensa que para mí las palabras no tienen más valor que el valor estético. Que juego juego juego juego. Que comprenderme es jugar también, buscar las palabras en el diccionario. Sorprenderme con acepciones, con significados y significantes.

Yo no estoy de acuerdo. Yo soy moral. Me enfadó y agito los puños. Porque yo soy moral y por lo tanto un poco violenta y me encanta tener un cuerpo que sirve para eso. Masa y fuerza. Había una relación ¿no? una relación donde la ciencia no era latebrosa, pero donde la ciencia no es latebrosa deja de ser ciencia...

La ciencia no es para todos, no señor, le digo muy seria. Ella alza una ceja, igual es que es tonta. Ojalá fuera tonta, ojalá no creyese que yo soy como ella. Que juego juego juego juego. Porque yo no juego, yo soy seria. Formal. Y cuando yo digo que la ciencia no explica nada, no le resto calidad. Le sumo. No me explica nada. La ciencia no explica nada a nadie. La ciencia solo se relaciona con la ciencia.
- Con moléculas
-Con neutrones
- Con protones
- Con enzimas
-Con isotopos
Isotopos nos hace reir. A las dos. Así que nos reconciliamos. Siempre nos reconcialiamos así, a través de palabras que no entendemos bien. No puedo odiarla aunque a veces caigamos en formas de las que conocemos su significado, formas que nos conforman, formas que sí nos hacen discutir. No la odio porque tiene razón. Porque yo juego juego juego juego. Y es que no recuerdo que significa latebroso.


(Últimamente hago dos versiones para todo)

jueves, mayo 04, 2006

Luz de gas

Paris, 1889, la Exposición Universal.

Clara Redwood y su madre, Eleonor, viajan de la India a Gran Bretaña. Huyen de la Peste. Negra, horrible y todo eso.

Pasan la noche en París. París está lleno de turistas que exclaman al ver la imponente Tour Eiffel. París está lleno de turistas que llenan las habitaciones de todos los hoteles. Clara y su madre consiguén las dos últimas habitaciones de un lujoso hotel. Por poco.

La habitacion es enorme y tiene rojas cortinas de rojo terciopelo. Pero Eleonor prontó cae enferma. Fiebre y dolor. LLaman al médico. El médico llega. El médico mira. El médico habla y le indica a Clara que tiene que ir a por una medicina para su madre. Él tiene que quedarse porque la paciente está demasiado grave.

Clara se come las uñas en el carruaje que le prestan, atentos, los del hotel. Clara no llega, y la farmacia está en la otra punta de la ciudad, y el tiempo que corre y los caballos tan lentos. Clara llega, finalmente, y Clara vuelve, con la medicina en la mano. 4 horas.

Clara entrá sollozante en el hotel y le pregunta al recepcionista que tal está su madre. El recepcionista parece no entender. "Si usted vino sola, mademoiselle". Que no, que no, que Clara sabe que vino con mamá. Pero a Clara le enseñan el registro y sólo aparece su firma. Va a la habitación, y ya no hay cortinas de rojo terciopelo, ni hay tanto lujo. Parece otra habitación. Y por supuesto, ni rastro de Eleonor.

Clara va a la Embajada, pero en la Embajada, ¡que raro!, no la creen.

Clara vuelve a Gran Bretaña, donde la internan en un psiquiatrico. En toda su vida, su médico no advirtió ni un sólo signo de locura. Salvo aquel, claro. Así que finalmente la dejan salir.

El cuerpo de la madre de Clara nunca apareció.




Ahora, (y todo esto es de verdad y pasó de verdad), dicen algunos que se trató de una conspiración entre el médico y el recepcionista del hotel. Porque que la Peste llegase a Paris en plena Expo lo habría arruinado todo. Todo.



Una de mis preocupaciones recurrentes es que pasaría si un día todo el mundo me empieza a negar todo lo que sé. Cuanto debería aguantar o si debería asumir que la que está mal soy yo.
Imaginaros vuestros cuerpos correteando de un lado a otro. Buscando una madre que os dicen que no existe.